Manuel García Y Rodriguez - I

viernes

("En el pozo")

Manuel García Rodriguez es un importante pintor sevillano discípulo de Eduardo Cano y Manuel Wssel de Guimbarda. Desde muy joven obtuvo la Tercera Medalla en la Nacional de 1887 y la Segunda en las de 1890 y 1895. Destacó en el género del paisajismo como podemos apreciar en esta obra en la que la figura no pasa de ser un mero pretexto para la realización del paisaje. Sus lienzos reflejan su tierra sevillana en sus rincones más típicos como muy bien señala Luis Quesada: "Si tomó como sujetos de sus lienzos las orillas del Guadalquivir y del Guadaira y los pinares de Alcalá, fueron los rincones del Alcázar y de los barrios sevillanos los que más motivos proporcionaron a sus pinceles


García Rodríguez pertenece al grupo de pintores sevillanos pioneros en la pintura de paisaje, conocido como la Escuela de Alcalá. Este grupo frecuentaba los aledaños y extramuros de esta localidad sevillana, cuyos rincones y vistas de las orillas del Guadalquivir convirtieron en una constante dentro de su producción.
En un ejemplo típico de su obra pictórica, nos presenta un paisaje de los alrededores de Sevilla, ciudad que también representó en multitud de pinturas tomando preferentemente como tema las vistas del río y los encuadres del puerto.

(Paisaje del río Guadalquivir con Sevilla al fondo - 1912)

Nacido en 1863 en el seno de una familia tradicional sevillana, recibe una esmerada educación religiosa que le lleva a ingresar muy tempranamente en el seminario diocesano, donde principia estudios para la carrera sacerdotal. Educación que completaría con otros estudios de enseñanza media en el instituto local donde obtiene el título de bachillerato. También simultanea los de música y pintura, para los cuales parece especialmente dotado. Una vez renuncia a la carrera eclesiástica, esta habilidad le permitiría subsistir pintando abanicos y motivos ornamentales en objetos decorativos.

Conscientes sus padres de la afinidad hacia las artes y su facilidad de dibujo, le hacen tomar clases con el pintor local José de la Vega, perteneciente junto a sus hermanos Pedro y Francisco, a una familia de pintores costumbristas sevillanos, ligados estrechamente a la recién creada Academia Libre de Bellas Artes de Sevilla y cultivadores de un realismo minucioso y descriptivo, dentro aún de la tradición romántica de la pintura sevillana de mediados de siglo XIX.


Tras esta primera formación artística, pasa a matricularse en la Escuela de Bellas Artes e Industrias de Sevilla. Allí recibirá las enseñanzas de Manuel Wssel y Eduardo Cano, y conectará con otros jóvenes artistas sevillanos de la misma generación como Fernando Tirado, Virgilio Mattoni, Sánchez Perrier, José Arpa, Rico Cejudo, etc.
En este ambiente, activado por la presencia en Sevilla de aquellos dos maestros, el joven Manuel García Rodríguez se inicia en la carrera de pintor, centrándose primeramente en la disciplina del estudio de figuras; pero determinadas circunstancias, entre ella la impronta y la fascinación ejercidas por Martín Rico y Fortuny en los jóvenes artistas sevillano, así como los éxitos comerciales durante los primeros viajes de Sánchez Perrier al extranjero, le hacen inclinarse por el cultivo del paisaje. A lo largo de su vida de pintor será ésta prácticamente su exclusividad especial.

("En el Guadalquivir")

Este interés juvenil hacia el paisaje debió de llevarle a realizar alguna estancia madrileña aún no documentada, pero en la que entraría en contacto con el ambiente en torno a C. Haës. Tras su vuelta a Sevilla hemos de imaginarlo vinculado al círculo de artistas integrantes de la Academia Libre, con claves pictóricas aprendidas del paisaje de tono realista, y atento siempre a las enseñanzas y experiencias de los jóvenes pintores sevillanos que entonces se aventuraban en el mercado extranjero, muy activo por aquellas fechas en Francia una vez concluida la guerra franco-prusiana.


En los años que comprenden la primera mitad de la década de los años ochenta, en torno a la veintena de años del artista, su pintura parece seguir muy de cerca la producción de Emilio Sánchez Perrier, hasta el punto de poder pensarse en una vinculación de discípulo y de amistad cordial, propia de compañeros de tareas paisajísticas que compartían sesiones al aire y los desplazamientos. En especial a la población cercana a Sevilla, Alcalá de Guadaira y las inmediaciones de las riberas y márgenes del Guadalquivir.
Estas actividades aparecen confirmadas en los títulos de las obras enviadas en agosto de 1885 a la Academia de Bellas Artes de Cádiz: “Orillas del Guadaira “ y “Molino de Oromana en el Guadaira”, o en la Ilustración Española y Americana en 1884), donde sigue los conceptos y la técnica de los dibujos a plumilla de M. Rico y sus seguidores, en que la capital andaluza ya cultivaban tabletines con vistas urbanas que abastecían el mercado de souvenirs de calidad, fundamentalmente con salida al extranjero.
("Molino de El Algarrobo con lavanderas"1917-Acuarela sobre papel - Coleccion Mena Sevilla)
(" Rivera del Guadaira con adelfas y alamos" - 1917- acuarela sobre papel - coleccion particular sevilla)
 
En 1886 nuevamente colaborará con ilustraciones, esta vez en el número especial del Homenaje a Gustavo Adolfo Bécquer publicado por la Ilustración Artística, donde participaron la mayor parte de pintores sevillanos activos en la ciudad; los dibujos enviados eran “El Monasterio de San Jerónimo” y “Una Aguja de la Puerta de la Barqueta.”
El siguiente año participa por primera vez en la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid, certamen al que acudirá prácticamente en todas sus convocatorias a lo largo de su vida de artista. Este mismo año envía “Orillas del Guadalquivir”, por la que recibió una medalla de tercera clase.
En 1888 participa en la Exposición Universal de Barcelona, también con una obra de temática local, “Sevilla”; junto a Sánchez Perrier y de Rico, Ramos Artal, Meifrén, Rusiñol y los también sevillanos Jiménez Aranda y Gonzalo Bilbao.
En la sección española de la Exposición Universal de Paris de 1889 lo hará nuevamente con “Un Jardín de los alrededores de Sevilla”. 

("Jardín en Sevilla")
Su reconocimiento, al menos a nivel nacional, llegará en la Exposición nacional de 1890, a la que envía los paisajes “San Benito de Calatraba de los alrededores de Sevilla” y “la Tarde”, de temática de la ribera de Alcalá, y por la que recibió una segunda medalla. Este hecho marcará una presencia clara del paisajismo sevillano a partir de este momento, como un hecho más de actualización artística dentro de una nueva escuela sevillana.
Su obra comienza a adquirir una gran difusión, hasta el punto de lograr una gran popularidad conseguida con la asidua colaboración de Ilustraciones en revistas ilustradas y la frecuente participación en certámenes y exposiciones.
("Alimentando a las aves en un patio")
 
En 1891 su obra “Entrada a una huerta en Sevilla” es adquirida por el Museo de Barcelona en la I Exposición General de Bellas Artes. Al igual que su obra “Sevilla”, adquirida por el estado de Prusia en la Exposición Internacional de Berlín; de ese mismo año es la obra “Diciembre en Sevilla”, hoy en el Museo Nacional de Cuba, de La Habana.
En 1892 vuelve a la Nacional de Madrid con “Mañana de Invierno”, “El Verano”, “Otoño”, “Santa María de la Rávida” y “Jardín de Capuchinos”.
En 1893 envía a la Exposición Universal de Chicago “El Verano” y participa con “Calle de Granada”, “Mañana de Marzo en Sevilla” y “La casa del gobernador de Tanger” en la Exposición de Munich, lo cual revela una excursión temporal a Marruecos, recientemente también visitado por otros sevillanos como Sánchez Perrier o Gonzalo Bilbao.
De nuevo volverá a la Nacional con dos obras” Sevilla” y “La presa del molino del Arzobispo” y “Paisaje de la rivera de Alcalá” con la que vuelve a ser galardonado, esta vez con una segunda medalla. En este periodo parece continuar con una temática similar, dentro del mismo tono anterior realista, minucioso, pintoresco y descriptivo de costumbres, en un medio placentero, bucólico y escenográfico. Intencionadamente adscrito como paisajista, a las nuevas adaptaciones y asimilaciones del renovado costumbrismo sevillano, muy pujante y productivo en estas fechas, con figuras emblemáticas como García Ramos.
("Rivera en Alcalá" - 1908) 
En 1897 lleva a la Nacional Madrileña “Crepúsculo vespertino” “Noviembre en Sevilla” y “En la Azuda”. En Sevilla también participa en la exposición organizada por el Ateneo con “Camino en la vega”, “Sevilla”, “Paisaje con álamos”, “Patio Mudéjar sevillano”. “Vista del Guadalquivir” y “Pelando la Pava”.
 ("En las afueras de la ciudad")

("Estudio de álamos de rivera" - 1896 - Oleo sobre lienzo - Colección particular Sevilla)
En estos años también colaborará con ilustraciones en nuevas revistas ilustradas como Blanco y Negro a la que se verá vinculado varias veces enviando acuarelas y gouaches de escenas con tipos de rincones andaluces.

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