El Origen Del Paisajismo Sevillano

viernes

("Campo de Marte" -Emilio Sánchez Perrier - 1885)

Aparte de los casos singulares de acercamiento a la representación del paisaje durante los distintos periodos históricos anteriores al romanticismo, es a partir de esa época cuando se puede decir que la pintura se hace plenamente sensible al fenómeno paisajístico. Es entonces cuando éste nace y se desarrolla como un género específico en el que se proyectan tanto las cualidades exteriores de la naturaleza en la que habita y se desenvuelve el ser humano, como los fenómenos psicológicos a los que tan proclive fue el alma romántica.

Aunque en el siglo XVII se dieron contados ejemplos descriptivos de lugares cercanos a la capital, no se llegó a desarrollar en la pintura sevillana un género específicamente paisajístico. Sin embargo, en el siglo XVIII ya existe un incipiente desarrollo del gusto por lo preciosista y popular, que permite que el paisaje pintoresco comience a tener un papel destacado como escenografía, aunque no será hasta el pleno XIX cuando encontremos en la pintura sevillana artistas dedicados exclusivamente a esta disciplina.

La aparición de las pinturas de paisajes en el ámbito artístico de Sevilla, es consecuencia de factores y circunstancias sociales que propiciaron la aceptación paulatina, primero de los conceptos del “Paisaje de Composición” que irían encauzándose hacia el desarrollo del Paisaje Realista. 

Durante la primera mitad del siglo XIX, el tipo de paisaje cultivado en Sevilla se materializaba en cuadros de salón de tamaño medio y que, la mayoría de las veces, representaba, vistas de los alrededores de la ciudad, ejecutadas en el estudio a partir de datos extraídos directamente del natural o bien memorizados. El espacio de estas pinturas siempre estaba resuelto por planos de claroscuros superpuestos, lo cual potenciaba las siluetas y contornos propios de las horas crepusculares. A estas escenografías se añadían tipos y figuras en acciones determinadas, que contribuían a caracterizar el entorno representado. 

 ("La feria de Santiponce" - 1855 - Joaquín Domínguez Bécquer)

En ocasiones se incluía algún monumento emblemático o un detalle referencial de la ciudad, que con mucha frecuencia se basaba en imágenes de grabados y litografías. Las pinturas de la primera época de Barrón son, en este sentido, significativas.

("Paisaje del río con figuras y ganado" - 1850 - Manuel Barrón y Carrillo)

En lo que representa al paisajismo sevillano, es la llegada de los viajeros (principalmente ingleses), y las publicaciones ilustradas que registraban de los viajes, lo que de manera conjunta va a potenciar la composición y el modo de representar los monumentos y vistas, en definitiva, la manera escenográfica y plástica de entender lo pintoresco, conformando así la imagen pictórica del entorno y de la idiosincrasia del lugar.
A partir de entonces comienza a organizarse todo un conjunto de iconos con el que va a identificarse la sociedad andaluza, considerándolo un espejo en el que se refleja su propia identidad.

("Manada de toros junto al río" - Genaro Pérez Villaamil)
Pero en el ámbito sevillano, la pintura de paisaje va a evolucionar paralelamente a otro fenómeno más genérico y extensivo: el costumbrismo, también consecuencia, en gran parte, de la visión romántica de los viajeros. De hecho, mucho de los primeros ensayos de paisajes estarán justificados por la presencia de grupos humanos o individuos de carácter, que a la vez proporcionan relaciones de escala a las escenas y composiciones, dan sentido e la identidad a los lugares representados. Así, tipos y países van a ir de la mano en un primer momento, aunque adquiriendo poco a poco sus respectivas autonomías como géneros diferenciados; autonomía que, en el caso del paisaje, se materializará en una paulatina valoración de los puros elementos y circunstancias naturales.

La aparición del paisajismo en Andalucía es consecuencia de un proceso en el que se conjugan, por un lado, la aparición de una nueva clase social, que los hechos históricos van consolidando en el control de la producción agrícola frente a la vieja aristocracia, y por otro, las distintas influencias y aportaciones de la pintura extranjera del paisaje.
El catalizador de ambos factores es el establecimiento en Sevilla, a partir de 1848, de la corte ilustrada de los Montpensier, poseedora de unas costumbres y una cultura internacionales que darán a las clases andaluzas emergentes, la imagen, el tono y el gusto a seguir.

 ("Vista de Sevilla desde la Cruz del Campo" -  1864 - Joaquín Domínguez Bécquer - Museo de San Telmo - San Sebastian)

La nueva burguesía de la época isabelina verá cada vez más necesaria la identificación con una imagen populista que al caso aportaba, también, inevitablemente, el costumbrismo. Este aspecto populista, del que parece contagiarse la mayoría de las actividades sociales y culturales de Sevilla en la primera mitad del siglo XIX, se extiende hasta los encargos pictóricos de la Corona.
Será el caso de algunos artistas sevillanos que pasan a trabajar para la corte madrileña, como Rodríguez de Guzmán y en ocasiones Andrés Cortés.

("Idilio junto al río" - Andrés Cortés Aguilar - 1868)

En cuanto a las novedades pictóricas introducidas en el reciente paisajismo sevillano se encontraban la selección de encuadres no cultivados anteriormente: las vistas significativas de la ciudad, los rincones urbanos pintorescos, complementados, como ya se ha apuntado, con tipos humanos característicos y la presencia de algún edificio emblemático reconocible. 

Además, las nuevas formas de vida, más domésticas y familiares, adoptadas por la burguesía de Sevilla, a imitación de la sociedad inglesa y francesa, activan por aquellas fechas una demanda de productos pictóricos (vistas, panoramas…) en los que se aprecia una notable reducción de los formatos de cara al disfrute íntimo del hogar. En general cuadros de gabinete que permitían a los artistas una mayor autonomía artesanal respecto de las labores tradicionales del gremio de pintores. 

  ("La Feria de Sevilla" - Andrés Cortés Aguilar )

En este sentido, siendo Sevilla la ciudad de moda más visitada por los viajeros románticos, se genera un aumento de la producción de un objeto pictórico específico: el souvenir de calidad, consistente casi siempre en algún paisaje o vista de la ciudad, todavía dentro de la tradición de las “vedutti”, y que los visitantes de cierta relevancia adquirían durante sus dilatadas estancias. Este fenómeno fue de gran importancia para el paisajismo local al proporcionarle en su momento una justificación artesana.

 ("El templete y la Cruz del Campo) - Manuel García y Rodríguez)

Entre los pintores sevillanos que se decantaron hacia una mayor aplicación del género paisajístico estará, por un lado, Joaquín Domínguez Bécquer, perteneciente a una destacada familia de creadores y preceptor artístico de los duques de Montpensier, y por otro, de manera más especializada, el paisajista Manuel Barrón. Ambos fueron figuras muy notables en el conjunto de los artistas sevillanos, con numerosos discípulos adquiridos a los largo de una continuada docencia en la Escuela Sevillana. 

 ("Alrededores de Alcalá de Guadaira" - Manuel Barrón y Carrillo - 1860)

Otros pintores, como Andrés Cortés, también con una amplia nómina de seguidores, ejercerá una labor divulgativa de un paisajismo pintoresco, de tono más popular y menos cualificado; tratando, generalmente, escenografías simples interpretadas a partir de parajes, caminos, ventas, fiestas, y molinos cercanos a la capital y que siempre son el pretexto para situar escenas de fiestas y reuniones populares.

Fuente de Datos:
*"La Escuela de Alcalá de Guadaira y El Paisajismo Sevillano" - Casa de la provincia - Ayuntamiento de Alcalá de Guadaira

4 soñaron conmigo:

PACO HIDALGO dijo...

Como siempre excelente y documentadísima entrada; he aprendido bastante sobre los paisajistas sevillanos. Me copio el post con tu permiso. Un abrazo.

Málaga dijo...

Qué más se puede decir! una entrada impecable, saludos.

Akael dijo...

Paco Hidalgo, puedes tomar todo lo que quieras de este blog, es un placer compartirlo.

Un abrazo

Akael dijo...

Málaga, se te echa de menos en tu blog.

Besos

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